A un año de su partida

 Ricardo Contreras

Muchas veces hemos escuchado que la vida se trata de un peregrinar, en tal sentido sí lo es, pues desde que nacemos vamos caminando a diferentes lugares sin permanecer en uno sólo. Cada etapa de nuestra vida, va marcado por un lugar, un acontecimiento que lo hace parte del aprendizaje y de la experiencia que vivimos. Entonces en ¿qué consiste un peregrinar? ¡Fácil!   Simplemente tener una ruta a donde llegar, una preparación para el camino y una misión que cumplir, cosa muy sencilla de planificar, pero humanamente podemos distraernos en el objetivo a cumplir.

En mí país hay una devoción muy conocida por todos los venezolanos, y es la del Santo Cristo de la Grita, el patrono del Táchira. Hace 406 años atrás, nuestro Señor se transfiguró de nuevo, en una imagen que tallaba un monje franciscano en el que quería dejar plasmado el rostro Misericordioso de Jesús que nos espera desde la Cruz para que volvamos a su encuentro, cuyo rostro lo termina perfilando un Ángel, como lo cuenta la historia. Desde entonces, para las fiesta del Santo Cristo, cada 6 de agosto, los peregrinos de Venezuela acuden a ésta tierra llena de gracia a buscar auxilio de nuestro Señor y muchas son las peticiones que llegan a los pies del altar.

Cada persona que viaja tiene su propia historia, hoy les quiero contar una muy particular de un joven apasionado que buscaba mucho  más allá que un simple peregrinar.

Ricardo Contreras, fue un joven que siempre estuvo marcado por el amor de Dios, desde niño hasta que Dios lo llamó al servicio misionero universitario.
El 4 de agosto del año pasado, sale en peregrinación desde su universidad, Universidad Nacional Experimental del Táchira, hasta el santuario del Santo Cristo.

Mientras iba caminando su deseo de dar a conocer el amor de Dios era tan grande, que no paraba de cantar alabanzas y enseñaba a quienes iban con él, el amor a María por medio del Santo Rosario y entregando estampitas bajo la Advocación de la Virgen de Jerusalén.

Días antes de partir preparó su viaje con su bolsito misionero de la JMJ Rio 2013, su gorra de la UNET, unos chocolates para el camino, ropa, su rosario y las devociones que venía preparando: desde ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, hasta comunión diaria y confesión semanal ¡Nada mejor que meter estas cosas en la maleta! Un corazón puro alimentado con la Palabra de Dios y la Eucaristía y un alma limpia de pecados. Tan ligero de carga iba Ricardo, que no le costó su caminar... La sonrisa no le pesaba, su andar era con firmeza, sus brazos apuntaban hacia el norte de su vida, su corazón palpita por el de Jesús… y fue así, como mi amigo no peregrinó al Santo Cristo de la Grita… ¡Iba peregrinando al cielo! Así es, Dios fue a su encuentro, y a la mitad del camino sufrió un infarto y murió… ¡murió para Cristo!

Y su muerte, dejó marcada a mucha gente que testimonió la vida de un joven que no se cansaba de servir a Cristo en sus hermanos, que siempre estaba ocupado sirviéndole a Dios, que nunca cargaba dinero en sus bolsillos pero cuando lo tenía no dudaba en compartirlo con los más necesitados o disfrutando de una buena tarde con sus amigos más cercanos (porque sí, disfrutó muchos a sus amigos y sobre todo a su familia); un joven que disfrutaba sus tiempos libres con los abuelos, de gozar leer un buen libro de Juan Pablo II, José María Escrivá de Balaguer, Felipe Neri o Pier Giorgio Frassati, un joven preocupado e involucrado por la situación económica y política de su país que buscaba soluciones para ser agente de cambio en la revolución del amor… un joven que estaba enamorado de la Eucaristía y sobre todo confió plenamente su vida en la intercesión y amor de San José y su castísima esposa María.

Éste es el objetivo que debemos cumplir para caminar hacia Dios: ¡Estar siempre enamorados de Él! Estar siempre dispuesto a hacer la mayor locura de amor en el prójimo, practicando la misericordia dando sin cobrar lo que hemos recibido, y llenándonos de fuerza a través de su palabra y buscándolo en la Eucaristía. He aquí el objetivo de peregrinar, no sólo hacia un santuario sino también, a la Puerta del Corazón de Dios.

Sus familiares y sus amigos más cercanos estamos convencidos de que Ricardo fue en Peregrinación al Cielo, y que desde allá arriba cuida y vigila para que nosotros podamos entrar también peregrinando al cielo con mucha alegría.

¡Gracias mi Señor por hacernos parte de este testimonio!

Que Nuestro Divino Maestro y el Corazón Inmaculado de María Santísima derramen sobre cada lector la misericordia de Dios y les permita tener un encuentro verdadero con el Cristo del Rostro Sereno.

Dayana Parra

Hija de Dios y miembro de Pastoral Universitaria de la UNET.