Mensaje del rector de la UNET Raúl Casanova Ostos

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Como Rector de la Universidad Nacional Experimental Del Táchira UNET deseo expresar a la Comunidad Universitaria, a la colectividad del pueblo tachirense (epicentro de la protesta nacional) y al país en general mi apreciación de la crisis que vivimos:

En febrero de 2014 la UNET y San Cristóbal fueron marco referencial de profundo estremecimiento; hoy, a diferencia de hace tres años, la alteración de la vida normal del país es mucho mayor, el derramamiento de sangre y el cruento saldo de vidas humanas que está pagando la sociedad se incrementa; así como también el carácter efectivamente nacional que han adoptado los hechos vandálicos, la violencia constante, la represión desmedida y la reacción internacional que ha expresado conmovida su solidaridad con nuestra Patria. Todos estos hechos constituyen los rasgos más resaltantes de este momento.

Hay un elemento que se debe resaltar con vehemencia y es que en este año, la mayoría de los venezolanos han dado una demostración de su voluntad de respeto a la Constitución de 1999. La gran mayoría de instituciones democráticas venezolanas y una muy grande representación de la población no han aceptado el incipiente llamado del señor Presidente de la República de convocar un Asamblea Nacional Constituyente, para modificar o redactar una nueva Constitución.

Con la enorme ventaja política que tuvo el gobierno para adelantar una gestión en favor de todos los habitantes de este noble pueblo, cuando lo pudo hacer; además, con el período de nuestra historia económica con los más altos precios del petróleo que generó una inmensa abundancia de recursos fiscales que si se hubieren administrado eficientemente bien, pudo haber mejorado todo el sistema educativo nacional, pudo haber hecho de esta Venezuela un ejemplo de bienestar y un emporio de progreso para ser mostrado con legítimo orgullo ante el mundo y no lo que hoy está exponiendo.

Los ingentes recursos provenientes del petróleo, en vez de ser empleados para resolver los problemas que habían desacreditado a la democracia representativa, se convirtieron en pedestal para levantar un falso liderazgo internacional y establecer un poder personal autoritario alrededor de un proyecto ideológico que nunca logró convencer a la mayoría de los venezolanos.

A cambio, lo que ha desplegado el gobierno con ese despropósito fue el de impulsar, desde el poder, una siembra sistemática de odio y división en un conglomerado humano que, como el venezolano, tenía más de un siglo viviendo en paz y que, por esa misma circunstancia, había aprendido a manejar con tolerancia sus contradicciones y sus desencuentros, aún dentro de nuestra incipiente democracia.
Este gobierno bolivariano se convirtió en luz para afuera y oscuridad para dentro de nuestra casa. El país se ha descuidado tanto que el cúmulo de problemas por resolver es incuantificable, sumado a la desesperanza y el desengaño, que como un amargo sedimento se han alojado en el espíritu de un caudal inmenso de nuestros compatriotas llegándose a producir una diáspora de talentos y jóvenes en la búsqueda de mejores oportunidades y de seguridad personal.

Resulta entonces una inefable ingenuidad, una grave equivocación o un condenable acto de mala fe predicar, después de tantos años que la CRBV hay que mejorarla para garantizar la paz del venezolano; que le sigan diciendo al pueblo que lo que está pasando en Venezuela es la consecuencia de los maquiavélicos propósitos del imperio, de Obama, Uribe Vélez y Juan Manuel Santos, de Leopoldo López y María Corina Machado, de Julio Borges, Ramos Allup y Henrique Capriles o del refrescante liderazgo de Freddy Guevara o de la vitalidad de los estudiantes que, como en tantos otros momentos parecidos de nuestra historia, han sido el ariete para demoler la resistencia que se opone a los cambios que anhela nuestra sociedad.

Hay un fantasma que está recorriendo a Venezuela. El del reencuentro de millones de venezolanos a quienes la inflación, los altos precios de bienes y servicios, la escasez de casi todo, la inseguridad, malos servicios públicos, el deterioro de la infraestructura de universidades, la corrupción inescrupulosa, ahora la represión por parte de las fuerzas públicas y de las bandas armadas, nos han llevado a todos a entender que no podemos ser enemigos quienes pasamos por los mismos sufrimientos.

Actualmente la disyuntiva de los venezolanos no puede ser la de entendernos o matarnos. Por imperativo de nuestra historia y por el mandato moral de dejarle una patria viable a las generaciones que nos sucederán, estamos obligados a entendernos. Y con ello quiero recurrir a unas palabras del colega profesor y actual Secretario de la Universidad de Carabobo Dr Pablo Aure, cito: “… la inteligencia es la que debe imponerse. No es renunciar a la radicalidad sino recurrir a la racionalidad. Esta lucha no es de todo ganar o no ganar nada. Durante las guerras no hay ganadores, todos perdemos. Cuando me refiero a no renunciar a la radicalidad es a nuestras ideas las cuales debemos defender en todos los terrenos siempre y cuando logremos algo.” Ahora bien, la posibilidad de este logro supone la comprensión cabal del momento que estamos viviendo.

La sociedad venezolana pasa por un quiebre de los valores convencionales en que se sustenta su existencia. El gobierno da muestras de una ceguera irremediable cuando se empeña en creer que lo que está ocurriendo en el país es la manifestación de un “golpe de estado en desarrollo” o una repetición mecánica de los eventos que caracterizaron el intento de golpe de estado de 2002. ¿Para qué se convoca un diálogo en donde se quiere imponer una postura de un lado y del otro quiere imponer otra? El diálogo debe ser un encuentro permanente en donde se debe “negociar” que es el arte y uno de los valores fundamentales de la democracia.

Por otra parte, la sociedad venezolana está pasándole por encima de todo liderazgo nacional y cuando quienes están llamados a dirigir la República se quedan atrapados por el pasado pierden la cualidad para proponer aperturas hacia el futuro con un mínimo de certidumbre. ¿Es que nadie en el gobierno es capaz de comprender el significado de fingir una normalidad política en la que no se cree ni dentro ni fuera del país?; o que ¿atacar las universidades y liceos y las acciones protestas las han hecho mermar?; o que ¿la represión oficial y paraoficial ha logrado amedrentar o lograr alguno de sus objetivos? O que ¿deslegitimar la Asamblea Nacional, que fue lo que dio inicio a todo este vendaval de situaciones, o forzar una Asamblea Nacional Constituyente va a traer la tan anhelada Paz? Las respuestas ha sido la entereza de una colectividad que lo que pretende es encontrar una salida segura para sus problemas. Acá el soberano ha tomado la palabra con reciedumbre, como bien lo señalaba la Conferencia Episcopal Venezolana, el pueblo lo que quiere es comida, un canal humanitario para medicinas, seguridad, libertad de los políticos y estudiantes presos, además un cronograma de elecciones. ¡Es que no se dan cuenta que un cronograma de elecciones solucionaría en parte lo que dio inicio a este conflicto!

El cuadro que estamos presentando además de la anomia y anarquía generalizada es también el de un estado en proceso de desintegración.
Como ductor que soy de una universidad pública experimental autónoma no puedo dejar de manifestar nuestra admiración por las jornadas que han cumplido en el país los estudiantes y el movimiento estudiantil con mucha valentía y repletos de dignidad y energía que perfectamente se han acoplados y coordinado con todos los ciudadanos de diferentes edades, oficios y colores con los mismos propósitos, que no precisamente es el llegar al poder (como algunos politiqueros si lo han manifiestan públicamente) ni mucho menos el de masacrar o perseguir a nadie, sino de transformar el país.

Quiero manifestar nuestro respeto al pueblo del Táchira y en general a todo el pueblo de Venezuela que en cualquier lugar del inmenso territorio nacional están agitando las banderas que estaban guardadas.

Tampoco debe dejarse de expresar nuestro inmenso dolor ante la sangre derramada y las víctimas fatales que han enlutado muchos hogares durante estas semanas de acciones de protesta. Y por supuesto no debo dejar de rechazar los saqueos y la destrucción de bienes nacionales y la forma violenta en que se tratan de persuadir las manifestaciones, la persecución de nuestros jóvenes estudiantes; el amedrentamiento a nuestros productores agropecuarios, comerciantes y la represión contra los detenidos violando todos los derechos fundamentales.

Animado por el deber que impone mi condición de tachirense, profesor universitario y Rector, vista la delicada crisis que viven nuestras instituciones universitarias y las demás instituciones de educación (preescolar, básica, media y superior) tanto públicas como privadas; la crisis política de nuestro estado, y el País en general, creo en la necesidad de generar opinión proponiendo reiteradamente un llamado al diálogo civilizado. Por tal motivo, he estimado prudente hacer este exhorto público al Gobierno Regional, Nacional, a la Sociedad Civil Organizada, a los cuerpos de seguridad del estado, a la Iglesia Católica y a todos los factores políticos. En momentos, que como el actual priva la conflictividad política, la anarquía y la falta de liderazgo, la confrontación y la violencia asoman como un peligro inminente, por lo cual estimo impostergable UN ENCUENTRO que permita ACTIVAR TODOS LOS MECANISMOS INSTITUCIONALES para propiciar el respeto por la CRBV, por la institucionalidad, la seguridad ciudadana, la estabilidad, la paz de nuestra universidad, nuestro estado y del País.

Es autentico de mi puño y letra, en Paramillo, San Cristóbal, a los 22 días del mes de mayo de 2017


Atentamente, Su Rector y amigo de siempre Raúl Alberto Casanova Ostos